Durante el último siglo, la esperanza de vida ha ido subiendo en España hasta llegar al punto en que ahora es posible vivir 40 años más que alguien que hubiera nacido a principios del siglo XX. En la actualidad, es bastante habitual superar, de media, los 83 años. Sin embargo, a pesar de que se han incrementado los años de vida, la edad de jubilación se ha mantenido casi invariable, exceptuando la normativa que entró en vigor en 2013 y que incrementaba los años necesarios para jubilarse de forma progresiva hasta alcanzar los 67 en el año 2025.
Aunque debemos felicitarnos por vivir más años con una buena calidad de vida, no hay que perder de vista que este cambio de paradigma supone un verdadero problema para el sistema público de pensiones tal como se está planteado hoy en día. Debido a la creciente longevidad, han empezado a aparecer ciertas dificultades de sostenibilidad financiera en la previsión de las pensiones a medio y largo plazo.
De hecho, si se cumplen los pronósticos del INE respecto al incremento de la esperanza de vida, lo más probable es que para hacer frente a estos problemas, los poderes públicos deban realizar otras reformas adicionales respecto a las que ya se establecieron hace algunos años o acelerar las mismas.
¿Cuál será el futuro inmediato de las pensiones?
Actualmente, el incremento que experimentan las pensiones cada año se calcula según el Índice de Revalorización de las Pensiones que analiza diferentes factores, como por ejemplo los ingresos del sistema público y la evolución en el número y cuantía de las retribuciones. Sin embargo, desde que en España se sufren los efectos de la crisis, la subida que se ha contabilizado cada año ha sido la mínima del 0,25%.
Si por norma general las pensiones públicas no permiten mantener el nivel de vida previo a la jubilación, a partir del año 2019, esta situación se agravará aún más, ya que la revalorización se calculará también según el factor de sostenibilidad.
Este nuevo factor que entrará en juego en la definición de la cuantía de las pensiones tendrá en cuenta la evolución de la esperanza de vida a partir de los 67 años. De esta forma, si los años de vida aumentan, el factor de sostenibilidad también lo hará y como consecuencia, se cobrará una pensión menor.
La idea que se encuentra detrás de esta iniciativa es compensar con una renta mensual inferior el mayor tiempo que se estará percibiendo la pensión por jubilación al vivir durante más años. En definitiva, el cómputo total de la pensión será el mismo pero al dividirse entre un periodo superior, la pensión mensual se reduce.
Ésta es una de las soluciones que se han adoptado para hacer frente a los retos del sistema de pensiones originados por la inversión de la pirámide poblacional. El incremento de la esperanza de vida y la reducción de la natalidad hacen inviable el pago de las rentas por jubilación tal como las hemos conocido siempre, dado que ahora hay un mayor número de beneficiarios y un reducido colectivo de personas que cotiza.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, al pensar en la edad de jubilación es probable que aparezca una nube negra en nuestra cabeza, ya que es improbable que las pensiones del futuro vayan a ser mejores que las actuales. Por ello, en este momento es más importante que nunca pensar en una planificación privada de ahorro a través de un plan de pensiones para conseguir mantener un buen nivel de vida cuando llegue el momento de retirarse del mercado laboral.