Al sufrir un accidente, ya sea de tráfico, laboral o de cualquier otro tipo, se inicia un duro proceso para adaptarse a la nueva situación, sobre todo cuando se han producido lesiones a nivel físico que impiden hacer una vida normal. En otros casos más leves, aunque no existan secuelas físicas, lo más probable es que el incidente sea el desencadenante de nuevos miedos, fobias u otros trastornos mentales. Tanto en unos casos como en otros, la recuperación psicológica después de un accidente es una de las cuestiones más importantes para evitar que esta eventualidad sea determinante el resto de la vida.
Al igual que sucede en otras situaciones, como por ejemplo un duelo o un divorcio, se trata de un proceso que lleva su tiempo. Por lo tanto, es necesario tomar conciencia cuanto antes de los posibles problemas y pedir ayuda profesional para superarlos. En estos momentos, se debe tener claro que lo primero es uno mismo, pero que lamentarse y culparse por lo sucedido no sirve para superarlo. Según las secuelas del accidente, será necesario construir una nueva forma de vivir adaptada a la condición personal.
Recuperarse después de un accidente gestionando la nueva situación
Por desgracia, la mayoría de los accidentes ocurren de manera inesperada y las consecuencias que producen son abrumadoras. Como comentábamos antes, en algunos casos no se producen lesiones físicas, aunque eso no significa que no sea necesario recuperarse psicológicamente. Lo más habitual es experimentar emociones intensas después de sufrir una situación traumática que, si no se saben gestionar adecuadamente, pueden originar graves problemas mentales.
A nivel personal es recomendable conocer cuáles son las respuestas comunes en estos casos, pero si las circunstancias comienzan a superar a la víctima, se debe contar con la ayuda de un psicólogo o psiquiatra para controlar los sentimientos, el comportamiento y los pensamientos con una mayor efectividad que conducirá a una mejor recuperación.
A menudo solemos escuchar que un accidente o cualquier otro acontecimiento súbito provocan un shock en la persona que lo sufre o que se ve involucrado de alguna manera. Así, la conmoción es una de las emociones más habituales, unida a la negación de lo sucedido durante los primeros días desde que ocurra el hecho. Una vez que estas sensaciones han desaparecido, las que siguen después pueden variar según la personalidad de la persona afectada, aunque a grandes rasgos se pueden mencionar las siguientes emociones y síntomas:
- Irritabilidad en el carácter.
- Cambios bruscos en el estado de ánimo.
- Ansiedad, nerviosismo o depresión.
- Dolores de cabeza o vómitos si el estrés post-traumático es demasiado fuerte.
- Dificultad para conciliar el sueño y concentrarse.
- Periodos de confusión.
- Pérdida del apetito.
- Aislamiento y generación de problemas en las relaciones personales.
Algunas personas tienen la suficiente capacidad para manejar de forma efectiva sus emociones y las manifestaciones a nivel físico que puedan sentir después de un accidente. Sin embargo, cuando no se dispone de los mecanismos propios necesarios, posiblemente los problemas comienzan a agravarse, interfiriendo en gran medida en la vida cotidiana.
Junto con el apoyo de un profesional de salud mental perfectamente capacitado y experimentado, también se pueden adoptar otras medidas para conseguir la recuperación del bienestar emocional lo antes posible. En este sentido se encuentra, por ejemplo, la opción de dedicarse tiempo a uno mismo, compartir momentos con amigos y familiares, intentar exteriorizar todo lo que se siente, formar parte de un grupo que haya pasado por experiencias similares…