Envejecer es ley de vida pero hacerlo con calidad supone en muchas ocasiones un problema. De forma tradicional, al alcanzar una determinada edad, quienes necesitan unos determinados cuidados normalmente se trasladan a vivir a una residencia geriátrica o vuelven a compartir espacio con sus hijos.
Como respuesta al problema que encontraban los jubilados que querían envejecer de otro modo surgieron las viviendas colaborativas, organizadas como un conjunto de apartamentos individuales donde cada persona puede disfrutar de su independencia pero al mismo tiempo compartir las zonas comunes con otros usuarios. Gracias a las ventajas que ofrece esta alternativa, son cada vez más las personas jubiladas que apuestan por esta forma de vida que satisface con creces sus necesidades e intereses.
El concepto de “cohousing” ha devuelto a la sociedad algunos valores que parecían perdidos, sobre todo en las grandes ciudades y que perjudicaban fundamentalmente a los mayores. Así, con la utilización de estas viviendas con zonas y servicios comunes se vuelve a recuperar la solidaridad y la cooperación.
¿Cómo funcionan las viviendas colaborativas?
La base que se encuentra detrás de este tipo de casas es la colaboración, es decir, tanto la construcción de los apartamentos como la gestión del día a día se realiza para satisfacer las necesidades comunes de un grupo de personas. El planteamiento de las viviendas colaborativas responde a los propios intereses de sus habitantes para que puedan encontrar un equilibrio entre la vida privada y la que se comparte con otros.
Cada una de las casas es independiente del resto y a su vez, cada comunidad establece las zonas y los servicios que se pueden disfrutar entre todos para reducir gastos. Del mismo modo, también se organizan distintas tareas comunes para realizarlas de forma colaborativa y potenciar así las relaciones entre vecinos.
Entre los principales espacios y servicios que albergan este tipo de viviendas se encuentran los huertos, jardines, salas de juegos, lavandería, comedor, gimnasio, biblioteca, salas de informática, salas de estar, etc.
¿Por qué una vivienda colaborativa es una buena opción?
Quienes se decantan por pasar sus últimos años en una vivienda colaborativa buscan sobre todo sentirse activos y huir de la soledad que caracteriza a otras soluciones. A través de este sistema, las personas mayores pueden mantener su independencia y al mismo tiempo sentirse parte de un grupo, con las consiguientes ventajas que esto tiene para la salud y el bienestar.
Pero además, este estilo de vida en comunidad también beneficia desde el punto de vista del ahorro. Optar por el cohousing permite disponer de un menor espacio e invertir menos dinero en la construcción de las casas, sin olvidar que la gestión colaborativa también repercute en una reducción de gastos.
Actualmente en nuestro país ya existen más de 30 grupos de viviendas colaborativas para personas de la tercera edad. El perfil que más demanda esta solución corresponde a las mujeres, con un nivel educativo medio – alto y relacionadas con los sectores de la educación o la sanidad. En cuanto al precio de este tipo de casas varía según la localidad y los servicios, por lo que es preciso elegir la opción que mejor se ajuste a la capacidad económica personal y a las preferencias de vida.
Las viviendas colaborativas son, sin duda, una opción factible para continuar con una motivación cuando las obligaciones han pasado a un segundo plano. Aparte de planear el futuro cuando se llegue a la edad madura, también es importante disponer de un seguro de vida para contar con una protección complementaria en caso de que aparezca una situación de invalidez o dependencia, entre otras.