Navegar a vela tiene un caché y un glamour que ha sido subrayado constantemente por películas y se ha introducido así en el imaginario colectivo. Sin embargo, para algunos lobos de mar, con la piel cuarteada por el salitre y el sol, se trata de “el medio de transporte más lento, más incómodo y más caro de la tierra”.
Las motivaciones que llevan a uno a comprar un barco varían mucho. Desde la sensación de libertad absoluta que significa poder visitar cualquier país (que tenga costa) del mundo, hasta aquellos que únicamente quieren una alternativa a un piso de vacaciones para dar una vuelta en verano.
En cualquier caso, los barcos son objetos mecánicos. Objetos grandes y habitables, pero requieren su mantenimiento y reglaje constante o cuentan con el riesgo de convertirse en un problema de seguridad, rápidamente.
Los tensores de las velas, el estado del casco, la pintura antifouling, las homologaciones necesarias, contar con la licencia correcta para el uso que le queramos dar, o mantener un ojo atento para el motor son solo ejemplos de qué necesita un barco para estar a punto.
Y es cierto que en el mar, las cosas se pueden complicar rápidamente por algún imprevisto. Todo se deteriora más rápido por el efecto inclemente de la sal y el sol. El cabo que sujetaba la botavara puede haberse visto cortado por su mal estado, o su nudo puede haberse apretado a conciencia. Esto, en un momento de peligro, puede determinar si el barco seguirá navegando o no.
MAPFRE cuenta, para aliviar la calma de sus navieros, con el Seguro de Embarcaciones de Recreo. Los seguros obligatorios cubren la muerte y lesiones corporales; daños materiales a terceros, responsabilidad civil; daños a buques por colisión o contacto y el pago de costes judiciales en la defensa del asegurado y la gestión de siniestros.
Además, estos seguros se pueden ampliar para cubrir los accidentes de los ocupantes, daños materiales y robo. Todas las embarcaciones deben estar aseguradas si tienen propulsión a motor, más de seis metros de eslora o si son embarcaciones extranjeras navegando por aguas españolas.
La normativa de la que sale el estándar global de navegación es la inglesa, y MAPFRE ofrece, además, una cobertura inglesa mucho más exhaustiva que la española. Las indemnizaciones con esta cobertura son de un máximo de cuatro millones de euros.
Aun así, hay que consultar qué tipo de póliza vamos a contratar con nuestra aseguradora, que pueden ser de dos tipos, básicamente. En primer lugar, las pólizas de valor actual usan el valor del barco en el momento del accidente para calcular sus indemnizaciones.
En cambio, un seguro de embarcaciones con un valor negociado, también llamado acordado, fijan el valor del barco a la hora de firmar el contrato y se usará esa cifra en caso de un accidente. Conviene, como siempre recomendamos, estudiarlo y consultar a tu compañía aseguradora.
Navegar puede ser uno de los últimos placeres que de verdad pongan en contacto al hombre con la impunidad de la naturaleza. Puede ser delicioso y puede ser aterrador. Por ello, para evitar dolores de cabeza es mejor contar con una buena póliza y dedicarse a su cometido: disfrutar del mar.