El síndrome de Cushing, enfermedad de Cushing o hipercortisolismo, es una enfermedad que se produce en humanos, perros y gatos. Ocurre cuando aumentan considerablemente los niveles de la hormona cortisol en la sangre.
La hipófisis, o glándula pituitaria, es el órgano encargado de regular la producción de la mayor parte de las hormonas en el cuerpo. En el caso del cortisol, es la hormona encargada de regular la metabolización de proteínas y carbohidratos en el cuerpo. Si se produce en exceso, su capacidad reguladora se ve afectada y genera desórdenes gastrointestinales.
La enfermedad de Cushing es uno de los problemas endocrinos más comunes en los perros. Suele producirse por un aumento del tamaño de la glándula en los perros, o cuando se desarrolla un tumor benigno (los tumores malignos suelen metastatizar y expandirse a otros órganos) en dicha glándula.
En los perros, es más frecuente que se desarrolle en los que tienen una edad adulta o ya son más mayores. Aunque los síntomas varían entre caso y caso, los más frecuentes afectan al tracto urinario y la piel.
Así, los síntomas incluyen: un aumento de la sed y de la orina; mayor apetito; dificultad al respirar; el desarrollo de una ‘barriga circular’; la obesidad; la pérdida de pelo; la falta de energía; el insomnio; la pérdida del celo en las hembras; la piel se vuelve más fina y frágil.
Si no se trata la enfermedad, podría seguir desarrollándose el tumor en la pituitaria, ocasionando que choque contra el cerebro, causando síntomas neurológicos como la dificultad de caminar o de ver, o incluso convulsiones.
No existe ningún test específico para curar la enfermedad de Cushing. Sin embargo, esto se hace con un examen físico, uno de sangre y uno de orina. Es ideal que sea un veterinario que conoce a tu perro, pues así sabrá qué es normal y qué no, y evitará que tengas que explicar el historial médico de tu peludo amigo.
Una vez que se sospeche que se trata de hipercortisolismo, el siguiente paso es determinar si la causa se debe al aumento del tamaño de la hipófisis o de un tumor que se haya desarrollado en ella. Los rayos X son bastante efectivos, ya que muestran hasta un 60% de los tumores que se han desarrollado en la glándula pituitaria.
Si se trata de un tumor, normalmente el procedimiento para tratarlo es su extirpación quirúrgica. Normalmente, eliminar el tumor elimina también la necesidad de un tratamiento de medicación vitalicia, un punto clave a tratar si hay que dejar al perro una temporada en una residencia canina.
Sin embargo, si no se trata de un tumor, los veterinarios pueden recetar medicamentos orales para lidiar con los síntomas. Los más comunes son el Trilostano y el Mitotano, pero pueden tener efectos secundarios que han de vigilarse. Estos pueden incluir: debilidad, falta de apetito, vómitos o diarrea. Normalmente, cuando ocurren, se debe interrumpir la ingesta de los medicamentos y administrar Prednisona. Si el perro no responde a la Prednisona, debería ser llevado inmediatamente al veterinario.
Afortunadamente, si has contratado un Seguro de Mascotas MAPFRE, las visitas al veterinario están incluidas con la póliza. Ya sea un centro concertado o tu clínica preferida, podrás estar seguro de que tu perro tendrá la mejor atención cuanto antes.